«… nos vamos de vacaciones».
«¿A dónde?
«A Rumanía».
«¡¿A Rumanía?! ¿¿Por qué??»
Cuando mencionamos nuestra intención de viajar a Rumanía nos encontramos con muchas reacciones de este tipo. La verdad es que hasta ahora poco conocíamos de este país, aparte del estereotipo que el 90% de los europeos tenemos en la cabeza y de momentos concretos de su historia reciente. En nuestro caso no sabemos explicar qué, pero Rumanía para nosotros tenía algo así que decidimos que teníamos que ir para verlo.
De las dos semanas que estuvimos allí, no pasó ni un solo día sin comentarios del tipo «se parece a Sicilia», «es un país del este, pero con un toque mediterráneo y algo ruso», «me recuerda a México y a Alemania», «Bucarest es La Habana», «Italia, claramene», «¿¿Avilés??», «¿Avilés y el DF?», «Barcelona… ¿¡¿del este?!?». Está claro que cuanto más viajas más imágenes se van albergando en tu mente, en algún momento resurgen… y todo te recuerda a todo. Pero es cierto que este es uno de los aspectos maravillosos de Rumanía: representa el punto en que convergen distintas culturas, y eso te salta a los ojos mires a donde mires. Se parece mucho a muchos sitios, pero al mismo tiempo a ninguno porque precisamente esa mezcla hace que sea un sitio único.
Además de pasar unos días en Bucarest, nos movimos por el centro/norte del país para explorar también la zona rural, Los Cárpatos y otras ciudades más pequeñas. Hablamos con la gente (todo lo que pudimos porque, también hay que decirlo, el rumano es muy serio) y la sensación que nos trajimos es que Rumanía se encuentra en un momento muy bonito, cogiendo vuelo hacia la «modernidad» europea pero conservando todavía algunos toques del pasado. Y, de nuevo, esto es lo que hace que sea un sitio tan especial. «Es como España hace 30 años» (esto también lo escuchamos mucho antes de ir)… y sí, es cierto, pero al mismo tiempo no tiene nada que ver.
Rumanía hay que conocerla, aunque parece ser que no mucha gente opina igual. Es cierto que fuimos en otoño, pero apenas encontramos turistas. ¡Una pena! Para nosotros mejor porque pudimos disfrutar aún más del viaje. Recorrimos Los Cárpatos prácticamente solos (importante: hicimos cumbre en el el Varful Vanatoarea lui Buteanu, ¡nuestro primer 2.500!) y encontramos la carretera de Transfagarasan casi vacía. En los pueblos éramos los únicos extranjeros, incluso en las ciudades más turísticas tipo Sibiu o Sighisoara casi no había gente. Y así hicimos nuestro recorrido, empapándonos de la historia de un país con mucha historia y comiendo ciorba de fasole siempre que podíamos. Porque ese es otro gran punto de Rumanía: la comida, buenísima.
«¿Entonces… recomendáis el viaje?» Por supuesto. Rumanía merece mucho la pena. Es un país bonito e intrigante, tiene mucha historia para descubrir, ¡los Cárpatos!, la comida está buenísima, todo es muy barato y sí, es super seguro. Así que si alguien nos dice que se va a Rumanía de vacaciones, nosotros le diremos «¿Nos llevas?»